Cuando caía la noche, la sombra desaparecía por un instante y ella podía sonreír y reír como si no hubiera una sola carga pesando sobre ella. Sin embargo, tan seguro como el atardecer y el anochecer, el sol saldría la mañana siguiente y entonces esa sombra de oscuridad que la atormentaba volvería.
Si hubiera sabido que las marcas de amor que dejé en su piel desencadenarían esos recuerdos en ella, habría contenido mis deseos egoístas. Eché un vistazo a Dahlia que estaba tomando una siesta en su asiento junto a mí en nuestro vuelo de regreso. Debía sentirse cansada porque no tardó mucho en quedarse dormida. Dahlia pudo haber pensado que sus comentarios no eran más que una broma pasajera, pero para mí, sus palabras me decían que las cicatrices en su corazón permanecían aunque las marcas físicas en su cuerpo hacía tiempo que se habían desvanecido.