Su polla golpeándome repetidamente, con cada embestida besando mi vientre se sentía tan intenso.
—¿Quién está follando tu dulce coñito ahora mismo? —preguntó Bradon con un gruñido grave.
Capturó mi barbilla y me obligó a mirarlo. Su rostro estaba justo encima del mío y no pude evitar mirarlo fijamente. Sentí lágrimas picándome los ojos por la intensidad de sus empujones y el placer alucinante que me estaba haciendo sentir. No quería que dejara de follarme y no parecía que fuera a parar en breve.
—¡Ahh... Ahhh! —grité cuando sentí su polla golpeando contra mi vientre de nuevo.
El movimiento de Bradon se volvió aún más agresivo. Empezó a doler un poco, pero el placer aumentado valía mucho la pena.
—Respóndeme, Leya. ¿De quién es la polla que está martillando tu agujero ahora mismo? —preguntó con un gruñido.
—¡Ahh... Bradon... Ahhh! ¡Bradon! —grité con una voz estrangulada cuando finalmente alcancé mi clímax estremecedor.