El viento se estaba haciendo más fuerte y la temperatura había bajado. Sabía que Bradon tenía razón lógicamente en que deberíamos entrar, pero mi terquedad ya se había apoderado de mí.
—Tu mano está fría —me dijo suavemente.
—Deja de intentar cambiar el tema —advertí.
En el momento en que levantó mi mano a sus labios y la besó, mis palabras se quedaron atascadas en mi garganta. Sus labios eran suaves y cálidos y su toque en el dorso de mi mano hizo que mi interior vibrara. Aunque sabía que lo hacía para distraerme de presionarlo por respuestas, no pude evitar que mi pecho se tensara. Me costó mucho esfuerzo no gemir cuando sentí la punta húmeda de su lengua rozando suavemente el dorso de mi mano.
—Detente —dije mientras intentaba retirar mi mano.