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—¿Qué hacías en el agua? ¿Estabas intentando suicidarte? —preguntó con los ojos abiertos de par en par.
Acababa de mencionar que no sabía nadar.
¿Podría ser...?
—Bradon, no pensarás de verdad que no sé nadar, ¿verdad? —pregunté mientras lo miraba con los ojos estrechados de sospecha.
—No sabes... nadar... —murmuró.
Esta vez pude decir que estaba menos seguro que antes y había una mirada inconfundible de duda y confusión en sus ojos.
—Escucha, no sé quién te dijo que no sé nadar, pero puedo. Nado bastante bien —dije, despacio y claramente.
Bradon se veía confundido y no parecía convencido de que yo pudiera nadar mientras yo me preguntaba cuánto más tendría que aguantar esta tontería suya.
—No soy un profesional, pero soy un nadador bastante competente. Para que lo sepas, no voy a ahogarme simplemente y al azar en una piscina, y por si no te has dado cuenta, también tenía un instructor conmigo —expliqué mientras me preguntaba por qué tenía que señalar lo obvio.