Si las cosas continuaban como iban, terminaría teniendo sexo con él otra vez. Como animales salvajes en celo, buscaríamos placer del cuerpo del otro. Era un dar y recibir natural con puramente el compromiso de nuestros cuerpos y nada más. Al menos, así era como se suponía que debía sentirme y precisamente por eso la sensación de agitación y revoloteo en mi pecho empezó a asustarme.
—Tú admitiste que me estabas usando justo ahora... —me recordó en un susurro bajo y seductor.
—Mhmm... —gemí mientras sus labios encontraban los míos de nuevo.
Su lengua se sumergió hábilmente entre mis labios entreabiertos y entró en las húmedas profundidades de mi boca. Todo mi cuerpo temblaba en sus brazos, pero ya no temblaba de miedo o de shock. Sabía muy bien lo que quería, y ya no me sorprendía descubrir que mi cuerpo también ansiaba tenerlo tanto. Tenía razón acerca de que lo usaba y podía decir que había esperado lo suficiente para cobrar el pago que le debía.