—Lo siento mucho, no nos dimos cuenta de que estabas aquí. Te daremos privacidad —dijo Reggie, manteniendo la cabeza agachada y caminando a través de la arena de vuelta al muelle.
—No nos vamos por unas horas más —dijo Michael, sosteniendo mi mirada tan firmemente como yo sostenía el libro abierto contra mi pecho.
—Tómate tu tiempo y disfruta. Me aseguraré de que nadie baje y te moleste si quieres seguir leyendo.
Michael me guiñó el ojo y luego siguió a Reggie de regreso al muelle. Lo observé mientras se alejaba, su camisa de lino perfectamente planchada ondeando suavemente en la brisa.
Cuando él y Reggie estuvieron a una distancia segura, tomé mi camisa de la silla de playa junto a mí y me la puse por encima de la cabeza.
Me dejé caer hacia atrás sobre los cojines mullidos y cerré los ojos, imaginando a Michael desvistiéndome de la manera en que lo había hecho con sus ojos cuando se dio cuenta de que no llevaba nada aparte de mi bralette.