Salí de Amorebelle luciendo un nuevo atuendo con bolsas de ropa rosa pastel pesando en cada brazo. No podía recordar un momento en mi vida en el cual hubiera comprado tantas prendas nuevas a la vez.
También me costaba asimilar que estas prendas costaran más de lo que ganaba en todo un año.
Las vendedoras Jane y McKenzie no me dejaron mirar las etiquetas de precio, pero mientras pasaban mis elecciones por caja, pude vislumbrar el total en la pantalla del ordenador. No sabía cómo iba a poder devolverle a Michael por este día de compras.
Tampoco podía evitar preguntarme con qué frecuencia hacía esto por las mujeres. Jane, quien llevaba más tiempo trabajando en la tienda, lo había reconocido en cuanto entramos.
No tuve tiempo de contemplar esto porque noté a una empleada que reconocí del yate. Se acercó a mí y comenzó a aligerarme de mis bolsas. Me aseguré de mantener la bolsa con mi vestido y zapatos para la velada.