—Me desperté con un suave y constante pitido, pero me costaba abrir los ojos. Cuando finalmente lo hice, las luces estaban atenuadas, y solo podía distinguir los bultos de mis pies bajo una manta de color malva.
Intenté moverme, pero mis brazos se sentían pesados, descansando sobre la cama. Largos tubos estaban conectados a mí, pero me tomó unos momentos darme cuenta de que eran monitores y un suero intravenoso, y que el pitido provenía de una máquina junto a mi cama, una cama de hospital.
De repente, vino a mi mente el recuerdo de un deslumbrante destello de luces de faros. ¿Habíamos tenido un accidente de coche?
Miré alrededor de la habitación, y la luz entraba suavemente; supuse que debían ser las primeras horas de la mañana. El Día de Navidad, me di cuenta. A medida que mis ojos se acostumbraron, noté una pequeña silla en la esquina, y Michael estaba sentado en ella.