—Lucas —dije después de que la otra línea contestara—. Necesito que vengas conmigo de vuelta a la isla más pequeña. Quiero investigar un poco lo que pasó con el barco que se hundió. Sé que tal vez no podamos encontrarlo, pero quiero intentarlo.
—Por supuesto. Me prepararé y te encontraré en el bote cerca del malecón —la voz de Lucas resonó en la línea.
—Trato hecho. Esté listo en treinta minutos. Gracias —respondí antes de colgar y dirigirme a buscar todo lo que necesitaría para el día.
—¿Estás listo? —le pregunté.
—Sí, señor. Me encanta bucear sin importar las circunstancias. Es imposible vivir aquí y no disfrutarlo —dijo.
Asentí y comenzamos a cargar nuestro equipo en el bote. Lucas agarró algunos tanques y siguió mi ejemplo, y en poco tiempo, estábamos sentados uno al lado del otro escuchando el fuerte motor que nos impulsaba hacia adelante.