*Michael*
Cuando llegamos de vuelta a la casa, la Sra. Dubois estaba sentada en el sofá tejiendo. Su rostro estaba ceñido en concentración, y sus manos trabajaban furiosamente.
—¿Cómo estuvieron los bebés, Sra. Dubois? —preguntó Shelby mientras se quitaba el abrigo.
—Fueron unos ángeles, señora. Ambos acaban de tomar biberón y deberían dormir toda la noche —respondió la Sra. Dubois con una cálida sonrisa.
—Muchas gracias por venir —dije mientras ella se levantaba y tomaba su abrigo. Luego, la acompañé hasta la puerta y nos despedimos.
Shelby y yo nos dirigimos a la cocina donde abrí una botella de vino y serví dos copas. Nos sentamos en la pequeña mesa junto a la ventana con vistas a las calles parisinas abajo. La noche aún era joven, y las estrellas brillaban más que nunca, lanzando un resplandor onírico sobre la ciudad.