*Shelby*
Cerré la puerta trasera del coche y el conductor asomó la cabeza por la ventana para decirme que vendría a recogerme en cuanto estuviera lista. Le agradecí antes de dirigirme por la calle adoquinada hacia la única librería del pueblo.
Una campanilla sonó sobre mi cabeza al entrar por la puerta principal de la librería que parecía más una casita que una tienda. La parte superior de los estantes rozaba el techo, y las pequeñas ventanas dejaban entrar la cantidad perfecta de luz para darle al espacio una sensación acogedora.
—¡Bonjour! ¿Cómo está usted? —preguntó la mujer rubia detrás del mostrador. Su largo cabello estaba trenzado hasta la espalda y llevaba un largo vestido azul de verano.
—Bonjour —respondí con una sonrisa.
—Oh, una americana —dijo la empleada de la librería con una sonrisa—. ¿Cómo puedo ayudarle?
—¿Es tan obvio? —pregunté con una risa—. Solo estoy echando un vistazo.