Al oír eso, el rostro de Zoey se llenó de orgullo.
Samuel era quien más podía herir a Lucille.
No importa cuánto Lucille pretendiera ser indiferente, probablemente estaba profundamente herida en su corazón.
Incluso así, Zoey tenía la intención de sacar el tema y alardear.
—Lucille, quizás no lo sepas, pero no importa dónde esté Samuel y lo que esté haciendo, vendrá a recogerme inmediatamente en cuanto lo llame —se jactó.
Zoey sonrió antes de alzar la mano para mostrar la pantalla de su teléfono. Ya estaba llamando a Samuel.
Efectivamente...
La llamada se conectó tres segundos después. La voz gentil y mimosa de Samuel vino del otro lado de la línea. —¿Me extrañaste, Zoey?
Por una vez, hubo un cambio en la expresión de Lucille.
Ugh. Qué asco.
Sin embargo, en los ojos de Zoey, el cambio en su expresión fue confundido con celos y envidia.
