Estaba tan mojada allá abajo por todas sus provocaciones. No podía evitar que mi cuerpo reaccionara tanto a él y al placer que él me daba. Podía sentir mi propia humedad resbaladiza en mis dedos y sabía inmediatamente que él también podía sentirla en los suyos.
—Estás tan mojada. Actúas toda inocente pero en realidad eres una chica muy cachonda, ¿no es así, Malissa? —susurró Hayden en mi oído.
—No... yo... —comencé a negar su afirmación.
—Muéstrame... cómo te das placer a ti misma... —ordenó.
—No... —susurré, indefensa.
—¿Quizás debería usar esta mano izquierda que he reclamado para ayudarte? —sugirió Hayden, maliciosamente.
—Hayden... —susurré su nombre.
—Muéstrame... Quiero verte venir, —dijo Hayden, su voz gruesa de lujuria.
—Es... vergonzoso... —sollocé.
—¿Preferirías usar tus dedos o... en realidad quieres probar mi pene? —preguntó Hayden, un brillo peligroso en sus hermosos ojos azules.