Al día siguiente, fui de compras con Allegra. De una tienda a otra, me tenía en la búsqueda del vestido perfecto. El único problema era que quería volver al apartamento y esconderme detrás de puertas cerradas.
Esta era la parte de la ciudad que Tally frecuentaba a menudo.
Boutiques de lujo. Cafeterías gourmet. Restaurantes elegantes. Yo estaba fuera de lugar.
—Oh, dios mío. Deja de preocuparte —Allegra se quejó por centésima vez—. Si nos encontramos con ellos, ¿a quién le importa? No pueden hacerte nada.
—Lo sé, lo sé. Solo no quiero un enfrentamiento con ellos —suspiré mientras trataba de contener mis emociones—. Es difícil, ya sabes...
—De hecho, no lo sé —admitió con una risa—. No aguanto mierdas de nadie, y no salgo con nadie. Me gusta demasiado andar de fiesta en fiesta y las fiestas de intercambio son mucho más divertidas.