Allegra.
Girando para lucir mi último atuendo en la pasarela, me sentí tan viva. Mi cabello fluyó por mi espalda y sentí que estaba en la cima del mundo. Mi corazón latía fuerte y mi sonrisa simplemente radiante. Los aplausos resonaron desde ambos extremos de la pasarela mientras marcaba otra tendencia.
Cuando terminó el espectáculo, me reuní con mi jefe, quien no podía dejar de colmarme de elogios. —Estás arrasando, Allegra —dijo, su voz llena de asombro. Asentí de acuerdo, sonriéndole.
—Gracias por darme esta oportunidad. Me alegra que no te arrepintieras a pesar de algunas de las restricciones que vienen conmigo —dije, aún maldiciendo el hecho de estar prohibida en los Estados Unidos. Hacía muchas cosas incómodas, pero aquí estaba, feliz de todos modos.