—¡PERRA! ¡VOY A DESANGRARTE, PERRA! —gritó una voz familiar en mi oído. Mis ojos se abrieron de par en par al darme cuenta de que Allison estaba aquí con sus brazos envueltos alrededor de mí, alejándome del vivero y estrellándome contra el suelo.
Todavía tenía el atizador en la mano y rápidamente levanté mi brazo y lo sacudí hacia la derecha, haciendo que ella fallara un golpe con algo. No podía decir exactamente qué tenía, pero asumí que era algún tipo de cuchillo.
En ese momento, mis ojos se habían ajustado lo suficiente a la oscuridad como para ver el blanco de sus ojos. Estaban muy abiertos, inquietantes, como si estuviera poseída. Yo sabía la verdad. Estaba completamente desquiciada y estaba intentando activamente matarme.
Mi mente se activó en modo de autodefensa mientras lograba desviar algunos de sus golpes. Tomé una respiración profunda, todo mi mundo gobernado por la adrenalina. No solo no quería ser asesinada, sino que necesitaba proteger a mis hijos.