Las tormentas que habían llegado la noche anterior fueron más fuertes de lo que había esperado. Sin embargo, a través del viento silbante y los estallidos de rayos, encontré consuelo envuelta en la cama con ambos niños en mis brazos. El futuro estaba cambiando y, por primera vez en meses, dejé que mi mente divagara hacia James.
Hacia la profunda oscuridad de sus ojos y el cálido toque de su cuerpo contra el mío. Deseaba más que nada que él estuviera aquí conmigo para disfrutar momentos como este con los niños y para verlos crecer a ambos. Tenía que admitir que me sentía sola, y aunque podía admitirlo ante mí misma, no podía admitirlo ante nadie más.
Lo último que quería era que otros se preocuparan por mí.