Cassie.
Con los ojos muy abiertos, miré a Silas con sorpresa. —¿Montar? ¿A qué te refieres con montar—quieres decir montarte a ti?
Silas desabrochó lentamente su camisa, y mientras lo hacía, la risa que escapó de sus labios me hizo sonrojar aún más de lo que ya estaba. No podía apartar la vista de las curvas de sus músculos y la forma ondulada en que sus abdominales brillaban contra la luz de la luna. Todo acerca de Silas era hipnotizante. Nunca había conocido a un hombre que actuara de la manera en que lo hacía él.
—¿Qué estás haciendo? —susurré suavemente, observándolo observarme mientras se desvestía.
Algo acerca del momento en que se desvestía me cautivaba, haciendo que mi corazón se acelerara mientras el tono azul-verdoso de sus ojos me absorbía como si fuera un tesoro que deseaba más que nada.