Dicen que cuando algo traumático sucede en la vida de una persona, cada individuo lo maneja de manera diferente. Algunos lloran hasta quedarse sin lágrimas, y algunos se emborrachan completamente. Pero para mí, bueno, esa fue una historia completamente diferente.
Pretendí que nada de eso había sucedido.
Enchufando mis auriculares, dejé que Fitz sonara fuerte en mis oídos, fingiendo que mi vida estaría bien. La escuela había comenzado antes de que me diera cuenta, y había caído en mi rutina habitual de ir a clases y luego regresar y hacer trabajos escolares.
Desafortunadamente para los chicos, no había sido muy comunicativa. James intentaba a diario hacerme razonar con él y hablar con él. Aprovechaba cada oportunidad que podía para tomar mi mano o tocarme, y yo sabía, sin lugar a dudas, que lo estaba volviendo loco con el tratamiento silencioso que le seguía dando.