Justo cuando Qin Er estaba a punto de hablar, de repente sintió un destello frío acercándose. Rápidamente giró su cabeza y se encontró con la mirada gélida de Qin Lie, dándose cuenta instantáneamente de la situación.
—No es de mi parte, Zhouzhou. ¡Es un regalo de tu papá! —explicó apresuradamente.
—¿Papá? —Zhouzhou se sorprendió al volverse hacia Qin Lie. Sin embargo, en el siguiente momento, sus manos estaban vacías.
Qin Lie sostenía el pixiu dorado, su rostro inexpresivo mientras le lanzaba una mirada. —Tienes mal gusto. Rehúso dártelo.
—¡No! —Zhouzhou reaccionó rápido y lloriqueó, abrazando su pierna. Se trepó y se sentó en su pie como un pequeño mapache, meciéndose suavemente. —¡Papá es el mejor, me gusta más papá!
A pesar de saber que lo hacía a propósito, Qin Lie no pudo evitar suavizar su expresión. Le pateó suavemente el trasero regordete. —Bájate.