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Cinco minutos después, Zhouzhou siguió a la Abuela Cui hasta un estudio de pintura lleno de sus retratos. Cada sonrisa, cada ceño fruncido, cada expresión de alegría, ira, risa y regaño, desde la juventud hasta la vejez, todos estaban allí. Cada pintura era vívida y realista, mostrando la dedicación del artista.
La Abuela Cui miraba cada uno de los cuadros con ojos nostálgicos. Finalmente, dijo:
— Niña, ¿puedes llevarte todas estas pinturas? O puedes quemarlas todas.
Zhouzhou se sorprendió por su inesperada petición y preguntó:
— ¿Por qué?
La Abuela Cui se sentó en una silla cercana, su rostro lleno de tristeza. Después de un rato, habló:
— Si no hago esto, mi viejo nunca podrá seguir adelante.