La pequeña se desparramaba sobre el baúl, con brazos y piernas estirados en grande, aferrándose fuertemente al saco. Su cabeza se sacudía vigorosamente—Mío, mío, todo mío. Tío, no puedes llevártelos. Hipó con un pequeño sollozo, sus ojos rojos y la nariz mocosa, parecía deplorable.
Qin Xu miró a Qin Lie en busca de ayuda. Qin Lie se acercó, tratando de levantar a su hija. Sin embargo, Zhouzhou se aferraba tercamente al saco, adheriéndose como un pulpo.
Con un poco de fuerza, Qin Lie logró levantarla, pero el saco permaneció firmemente en su poder.
...
—Zhouzhou, sé buena. Deja que Tío termine su investigación, luego él podrá darte una recompensa —Qin Lie persuadió con paciencia.
—Zhouzhou frunció el ceño, negando con la cabeza—Yo también quiero los tesoros.
Qué pequeña avariciosa.
Le limpió las lágrimas y la nariz con un pañuelo, diciendo—Estas son robadas de la familia Song y son pruebas. Si te las llevas, no habrá mérito, y no podrás cambiar tu fortuna.