El guardaespaldas trataba a Zhouzhou como a una pequeña ancestro, pero Zhouzhou en sí misma permanecía inalterable. Su rutina de asistir a clases por la mañana, devorar veinte tazones de arroz en el almuerzo y jugar por la tarde continuaba. La única diferencia era su ocasional inquietud sobre cómo ganar dinero, lo que la llevaba a un aspecto ligeramente calvo por todo el estrés.
Durante la hora de actividades de la tarde, Zhouzhou declinaba invitaciones para jugar de sus amigos. Se sentaba en los escalones, apoyando sus regordetas mejillas con las manos, suspirando de vez en cuando. Qin Feng y Huo Ji'an se sentaban a su lado, mientras el guardaespaldas le pelaba semillas de girasol. Curioso por su comportamiento, le preguntó:
—Zhouzhou, ¿qué te pasa hoy? ¿Estás triste?
—Sí, se me acabó todo el dinero. Estoy pensando cómo ganar más.
Ganar dinero? Eso es fácil.
El guardaespaldas sugirió:
—¿No eres buena curando? ¡Puedes hacer dinero tratando gente!
Zhouzhou negó con la cabeza: