Al día siguiente, apenas amaneció, Zhouzhou se levantó de la cama. En la mesa de noche junto a ella, había objetos que el Maestro Ancestral había preparado para ella la noche anterior.
Al verla despierta, el Maestro Ancestral emergió de la estatua y advirtió —Ten cuidado esta vez. Ese demonio antiguo no es fácil de tratar.
Zhouzhou asintió y respondió con una voz infantil —Lo sé.
Mirando a la pequeña que ni siquiera le llegaba a la cintura, el Maestro Ancestral sintió un golpe momentáneo de culpa, pensando que había sido demasiado duro con un niño. Sin embargo, después de un segundo, se tranquilizó a sí mismo.
Los capaces deben trabajar más. En su línea de deber, la edad no tenía nada que ver con la habilidad. Con esto en mente, se calmó y confió la protección de Zhouzhou a los espíritus malignos. Al verla asentir, volvió a la estatua.
Acababa de realizar una adivinación, y señalaba gran fortuna, incluyendo suerte financiera.
¿De dónde provenía esa suerte financiera? Era obvio.