—Es yo —dijo Qin Lie en voz baja, echando un vistazo al casi inconsciente Ye Lingfeng y arrugando ligeramente las cejas.
—Sin vacilar, sacó una botella de porcelana y miró hacia el Maestro Ancestral que estaba cerca, preguntándole cuál usar.
—No había elección; las medicinas de Zhouzhou eran todas coloridas, y sus efectos no estaban determinados por el color sino por su estado de ánimo ese día o qué fruta había comido.
—El mismo color podría ser una píldora salvavidas hoy y una píldora de despedida mañana.
—No podía arriesgarse y tenía que preguntar al Maestro Ancestral antes de usarlas.
—Sin embargo, en los ojos de Ye Lingfeng y Chen Tuo, parecía como si Qin Lie mirara al aire y vertiera casualmente una píldora de la botella, dándosela a Ye Lingfeng.
—Al ver esto, el corazón de Chen Tuo se tensó, queriendo preguntar qué le había dado a su jefe para comer. No obstante, viendo a los criminales que se acercaban a lo lejos, tuvo que tragarse esas palabras.