Lo sabía. Siempre sospeché que la muerte de su padre lo había afectado, al igual que a Deimos. La única diferencia entre los hermanos era que Fobos no permitía que sus emociones lo devastaran, sino que encerraba su corazón y se volvía más frío para no sentir. Vi por primera vez ese vacío sobrecogedor en sus ojos cuando llegó a mi manada cuando yo tenía dieciocho años.
—Puedes apoyarte en mí. Cada carga tuya, la cargaré por ti. Y cuando te sientas perdido y sin esperanza, háblame porque estaré justo a tu lado, Fobos —expreso mi verdad y su sonrisa profundiza la mirada en sus ojos mientras me mira lleno de profunda adoración.
—Y haré lo mismo, porque te sostendré en lo más profundo de tu desesperación, Tea —dice él, poniendo sus labios en mi frente mientras yo envuelvo mis extremidades alrededor de su cuello atrayéndolo hacia un cálido abrazo.