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—¿A dónde te diriges, Drakho? —pregunto con interés, parada a su lado mientras el macho pausa su tarea para dirigirme la mirada.
—Los bienes que esperábamos han llegado a la costa, nos vamos a recogerlos —responde apilando los baúles de los camiones estacionados con contenedores de madera huecos lo suficientemente grandes como para contener numerosos artículos.
—¿La costa? ¿Esta manada se ubica junto al mar? —Estoy asombrada, ya que no estaba al tanto de esto. Adoro el mar desde lo más profundo de mi corazón, la salinidad que contiene, el sonido calmante de sus olas al besar delicadamente la costa y la ligera brisa que envía para barrer los mechones de mi cabello y acariciar mi piel con delicadeza.
—En efecto. Necesitamos atravesar la densa selva para llegar. No es un viaje seguro para aquellos que no están acostumbrados a esos caminos, pero es manejable para nosotros ya que hemos viajado a la costa innumerables veces una vez cada tres o cuatro meses .