Chapter 13 - Recuerdo

Recuerdo vívidamente cómo los ritmos de mi corazón se rendían a la guerra de mi mente que palpitaba con las palabras que ese día Deimos había pronunciado:

—Tea, esta es mi compañera —se presentó suavemente mientras se giraba y la señalaba.

Había logrado sorprenderlo con una visita justo después de unos días de nuestra llamada telefónica, pero eso no era lo que esperaba encontrarme.

Mis ojos se ensancharon ante su abrupta verdad que me enganchó desprevenida y se tornaron interrogantes sobre por qué no me había notificado esto antes de mi llegada, pues si lo hubiera sabido, no habría ido. Sus ojos comenzaron a entristecer al observarme, no le había gustado la situación en la que estábamos envueltos.

Él estaba vacilante, su llegada lo había golpeado profundamente. Estaba terriblemente aterrorizado de su hembra. Pero no había nada de qué temer, pues él sostenía a una diosa entre sus manos.

Su pelo tenía el rico color de las castañas, sus labios eran carnosos y brillantes, me recordaban a las cerezas maduras. Sus ojos eran un profundo conjunto de gris insólito, diferente a cualquier otro que hubiera visto. Poseía un largo y esbelto cuello que parecía brillar y resplandecer bajo el sol ardiente y sus ojos ellos... intimidaban. Me expresaban su esencia antes de que hablara, Alfa. Nunca había contemplado tal gracia y belleza antes, ni siquiera en mi manada.

La manera en que se portaba, la forma en que sus globos penetraban los míos con una curiosidad ardiente que amenazaba indirectamente por debajo. Era una reina. Una verdadera reina. Madre la adoraría, eso era un sentimiento que me derrotaba.

Mi corazón se tensaba con el peso de su ser, se desgarraba poco a poco pues ella era todo lo que Fobos quería en mí. Era todo lo que yo aspiraba ser de cachorro. Ese día anhelé correr de vuelta a casa, pues ella me mostró quién se suponía que debía ser, ella reveló lo cobarde y tímida que era. Ella explicó mi indignidad en el momento en que nuestras miradas se cruzaron.

—Hola, soy Tea. Es maravilloso conocerte por fin —susurré con ganas de huir de sus afilados grises, como si estuviera conversando con una versión hembra de Fobos y eso me instilaba una desesperación feroz. Ella sonrió amablemente ante mis palabras y todo en lo que podía pensar era en lo hermosa que era su sonrisa. Ella era todo lo que yo no era y sabía que me confirmaría esto durante los días de mi estancia.

Me había adherido a Deimos en ese tiempo como solía hacer mientras ella se acurrucaba con su grupo de hembras. La envidiaba, tenía tantas hembras como suyas que la apoyaban y le proporcionaban calor. Y yo no poseía ninguna como ellas. Quizás si las tuviera, habría sido capaz de caminar ese camino afilado un poco más fuerte.

La mañana siguiente después de ese día fatídico, fui a correr con Deimos. Por supuesto, detestaba el entrenamiento pero solo los combates o cazar que lo acompañaban. Tesoraba correr pues servía para aclarar mi mente, me sentía protegida por la naturaleza cuando lo hacía.

—Tu hembra es muy atractiva, debes estar contento. ¡Y es una Alfa, Deimos! —jadeé mientras corría a su lado en un intento de seguir su ritmo. Él se burló como si hubiera encontrado mis palabras divertidas. No las aprobó.

—Ella no puede ser Alfa aquí en mis tierras, Tea —respondió con fiereza como si poseyera un sabor vil en la punta de su lengua.

—Debes aprender a quererla, Deimos —intenté razonar con él, pero él no lo entendió, en mi opinión. Mis palabras murieron en oídos sordos.

—Nunca. Nunca me atrevería a ser débil de nuevo —escupió sus vulgares palabras. No pude entender su verdad pues sus deseos variaban profundamente de los de su hermano.

Recuerdo ese día ominoso en el que pensé que desaparecería en las implacables manos de la hembra Alfa.

—¿Te gustaría tomar un té conmigo en mi habitación? —le pregunté tímidamente mientras ella me observaba con ojos inquisitivos. A menudo parecía una cachorra para mí. A veces la encontraba adorable.

—Es genial conocerte por fin —inicié y conduje nuestra conversación, siempre era amable con las hembras. Quería ser su compañera ya que ella fue la primera que no me miró con ojos malvados o envidiosos. Admiraba eso en ella—. Eres más bella de lo que imaginé —había pronunciado mi verdad, era absolutamente hermosa—. Y todavía no puedo creer que fueras una Alfa —susurré, mis mejillas ardían de timidez mientras le hablaba. La estaba elogiando.

—Soy una Alfa. Siempre seré una Alfa —su carne se tensó con mis palabras. Deimos me había dicho que ella no podía ser Alfa en sus tierras, así que había asumido que ese era el caso, pero me di cuenta de que ella sentía diferente a él. Mis ojos se ensancharon ante su lobo que se mantenía orgulloso detrás de sus globos mientras evaluaba mi valía para hablar con ella.

Me balanceé con melancolía. ¿Por qué cada lobo solo me valoraba por mi valía potencial? ¿Por qué ningún lobo deseaba comprenderme por quién era realmente? Reflexioné.

—Por supuesto. Tengo algo que mostrarte —le dije mientras recogía una foto de Deimos y yo que siempre guardaba en mi estante. Quería que viera a su macho cuando era un cachorro, pues sabía que eso le encantaría. Quería hacerla sonreír—. Este es Deimos y yo cuando éramos cachorros.

Ella había arrebatado la foto de mis manos apresuradamente mientras yo le sonreía consideradamente mientras ella analizaba asombrada la foto. Desearía que Deimos me hubiera informado antes de su presencia, pues le habría traído todas las que poseía de él si eso la hacía tan contenta.

—¿Quién tomó la foto? —preguntó con una curiosidad profunda que la consumía. Deimos no le había hablado de su pasado, ella me hizo reconocer eso.

Mis globos se entristecieron ante su pregunta y con un suspiro abatido, le di la verdad, pues ella tenía derecho a saber—. Sus padres la tomaron, esta fue la última vez que los vimos.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasó? —me entrevistó mientras se levantaba en su asiento, sus globos cautelosos ante la revelación que iba pasarle. Quizás Deimos se habría enfadado si supiera que le hablé de su pasado a ella, pero no me preocupaba. Ella era su hembra, merecía saber esto al menos.

—Murieron. Fallecieron en un accidente cuando Deimos cumplió diez años. Por eso estamos bastante unidos, Deimos y yo. Vivió con nosotros un tiempo hasta que fue lo suficientemente maduro para volver aquí y sentarse en su trono —sus ojos se entristecieron ante mi verdad, era una hembra genuina, la adecuada para Deimos, pues noté que sentía por él.

Estaba emocionada por ellos, pues pensé que Deimos tendría entonces apoyo moral que habría persistido con él en cada prueba y tribulación.

—Oh, no sabía eso —mientras ella volvía a mirar la foto no pude evitar reflexionar si sabía lo bendecida que era al ser reclamada por Deimos como suya, pues allí estaba yo abandonada en una isla, mi macho que me había abandonado ajeno a mi calor.

—Sé que Deimos no habla mucho pero dale tiempo, acabará cediendo. Hasta entonces, si necesitas algo, aquí estoy —la consolé en su lucha, quería ser esa amiga que tenía cuando se encontraba abandonada por él. Porque yo misma necesitaba una amiga así y concluí que lo sería para ella.

Pero no sabía qué maldad había cometido porque en cuestión de horas estaba siendo estrangulada hasta la tumba por sus poderosos miembros mientras luchaba por respirar.

—Bueno, ¿no que eres toda una mentirosa, Tea? Dices ser amigas pero sois amantes. Me mientes en la cara y te atreves a sentarte en mi trono. Tienes agallas, te concedo eso —rugió con una salvajismo que me alarmó hasta lo más profundo de mi ser, mi vida estaba en sus manos. ¿Amantes? ¿Deimos y yo? No sabía quién le había alimentado con falsedades e historias pero de alguna manera creía que me había ganado su locura.

Deimos y yo éramos plenamente conscientes de los rumores sobre nuestra relación que circulaban entre los lobos como un incendio que nos rodeaba. Pero nunca nos preocupamos realmente por ello porque conocíamos la verdad y no habíamos hecho nada malo.

Guardaba mi cariño por él porque lo valoraba como un verdadero amigo y a veces imaginaba que era Fobos. Pero mientras su hembra se esforzaba por quitarme la vida, sabía que debería haber aniquilado esos cuentos falsos porque la vi sangrar justo como yo estaba sangrando.

Sus ojos traicionados e indignados se fijaron en el anillo que llevaba alegremente en mi dedo. No es lo que piensas. No significa nada. Es un mero regalo —ansíaba decírselo y aliviarla de su pena pero ¿cómo podría cuando mi garganta estaba siendo pulverizada poco a poco?

Pensaba que si me marchara justo en ese momento, ¿aparecería Fobos para decirme adiós? Porque entonces al menos habría recibido un vistazo de él que habría calmado rápidamente mi doloroso anhelo. Pensaba que podría morir allí sin preocupaciones porque ya estaba muerta por dentro.

—¡Bájala ahora! —Deimos gritó con tremenda violencia mientras despertaba con una barbarie sin remordimientos a lo que ella me estaba haciendo—. ¡Déjala ir, compañera! ¡Ahora! ¿Qué demonios estás haciendo? —sin embargo, sus palabras parecían no afectar a su hembra, ella era una reina obstinada que deseaba eliminar una amenaza insignificante para su vínculo. Fobos la habría admirado, su manada la habría considerado digna.

—¿Alguna vez te has preguntado cómo se sentirá ver la cara de la muerte? ¿Te gustaría que te lo mostrara, Tea? —tendré el honor —apretó más fuerte mi garganta mientras los latidos de mi corazón empezaron a cesar. Mientras luchaba por respirar, todo lo que podía discernir en ese momento eran unos ojos azules océano que se plantaron frente a mí con una claridad molesta a pesar de mi entorno nublado y disolvente.

Incluso en el momento de mi muerte, todo en lo que podía recordar era mi bendición lunar y eso empujaba la hoja que él había hundido en mi corazón un poco más profundo. Mientras arañaba sus muñecas tratando de aferrarme a algo bajo mis ojos borrosos, mi corazón latía vigorosamente con el dolor confinado de mi alma.

Al menos quería poder anunciar mi despedida a Fobos mientras la luna me acogía en sus puertas. Pensé que estaría aliviado de saber que había muerto. Le rogué a la luna que me concediera esto.

Como si escuchara mi súplica, mi garganta fue liberada y caí brutalmente al suelo retorciéndome hacia atrás lejos de la hembra que aspiraba a matarme —no la lastimes, Deimos. Déjala ir —jadeé tortuosamente, mi pecho se agitaba con salvajismo mientras presenciaba el odio que él tenía en sus ojos por ella, como si la considerara repugnante.

—Su dolor era el mío. Basta. Déjala ir —deseaba gritarle a él que la alejaba firmemente de mí pero mi garganta estaba desgarrada por dentro, ningún lobo podía oír mi llamado.

—Recuerdo la manera cautelosa con la que Deimos seguía escudriñando a su hembra y a Cronos mientras todos tomábamos un día libre para viajar al mercado cercano.

—Esa fue la primera vez que vi tal mirada en sus ojos. Me sorprendió inmensamente porque nunca lo había visto estudiar a nadie de esa manera. Era como si la deseara pero al mismo tiempo no. Ella lo intrigaba.

—Pero al menos él la miraba a ella —allí estaba yo con un bendecido lunar que ni siquiera quería ofrecerme un pequeño atisbo de anhelo.

—El verde de Deimos seguía a su hembra como un cachorro olvidado dondequiera que iba, aunque ella no se daba cuenta —La deseas—le dije mientras examinaba pausadamente unas tobilleras que estaban en exposición siendo vendidas.

—No lo hago —respondió sin apartar sus ojos de ella mientras ella compraba casualmente con mi hermano. Ambos se habían vuelto bastante cercanos el uno al otro, eso no lo había previsto.

—No me mientas, Deimos —murmuré con un dejo de irritación. Sus ojos me revelaron su verdad mientras su boca hablaba engaños, lo conocía muy bien, no podía engañarme.

—No lo hago —dijo finalmente volviéndose para encontrarse con mis ojos.

—Esto no está bien, lo que estás haciendo. La estás lastimando —susurré con suavidad, quería que entendiera la gravedad de sus acciones, porque debía saber que lo que va, viene.

—¿Cómo lo sabes?

—Confía en mí. Nadie mejor que yo sabe eso. Sé gentil con ella, sé amable con su corazón. Es una buena hembra, no merece tu ira. No ha cometido ningún pecado contra ti —aconsejé pero parecía como si cayera en oídos sordos.

—Ella quiere que la ame. Que cuide de ella, que esté ahí para ella —gruñó con desdén porque ella le pedía todo lo que él detesta, todo lo que había declarado que nunca haría por otro después de que murieran sus padres. Ella simplemente le pedía lo que se merece.

—Entonces inténtalo, Deimos. Eres poco amable. Esfuérzate más con ella —murmuré mientras sonreía al vendedor y le agradecía por mostrarme las tobilleras.

—¿Qué quieres que haga, Tea? —suspiró como si encontrara mis palabras agotadoras, como si le hubiera pedido alcanzar las estrellas para ella.

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—Habla con ella esta noche cuando regresemos al castillo —gruñó audiblemente con letargo mientras sus hombros se desplomaban derrotados—. Encuentra la tarea cansada e innecesaria —.Respóndeme —lo insté con mis ojos sinceros mientras esperaba firmemente su respuesta.

—Está bien, lo haré —me prometió con un asentimiento cortante mientras yo le sonreía, complacida de que seguiría mi consejo.

—Bien, ahora cómprame helado como regalo por mi ayuda —reí mientras le tiraba de la manga y le suplicaba tiernamente—. Él estaba dispuesto a hacerlo sin dudar y me compró un cono pequeño.

Pensé que era un buen día ya que todos lo disfrutamos. Estaba encantada de que Deimos tomara mi consejo mientras llevaba a su hembra a su habitación ya que ella había dormido pacíficamente en el camino de vuelta a casa. Pero estaba equivocada, no sería un buen día para mí.

Cronos me agarró brutalmente de la muñeca y me arrastró insensiblemente detrás de él. Estaba enfurecido conmigo como si hubiera cometido un pecado enorme.

—Me estás lastimando, Cronos —gemí dolorosamente mientras me llevaba al campo abierto, su pecho se agitaba con furia—. Me sentí asustada e intimidada por él por primera vez ya que nunca me había tratado de esa manera.

—¿Qué has hecho? —su voz era tranquila pero sabía cuán agitado estaba conmigo.

—No entien-no entiendo... —había empezado a defenderme pero él estaba decidido a no escucharme mientras tomaba sus teorías y las sostenía como la verdad absoluta.

—¡No! No actúes inocente conmigo. ¿Realmente eres amante de Deimos? ¿No comprendes que estás destrozando a esa hembra con tus acciones? Ella es una buena hembra, Tea. ¡No se merece esto! No esperaba esto de ti. Eres vergonzosa —las palmas que me agarraban los hombros con una salvajismo que me sacudía con ira no habían dolido comparado con la crítica en sus ojos—. El hecho de que creyera esos rumores en lugar de a su querida hermana me atravesó.

Mis labios temblaron y las lágrimas inundaron mi visión. Mi corazón una vez más había sido destrozado no por mi macho esta vez sino por mi hermano. El único lobo que realmente podía considerar mío, pero él también me había abandonado. Sabía que entonces estaba completamente sola.

Me pregunté qué me veía en ese momento mientras continuaba sacudiendo mi cuerpo sin piedad. ¿Me veía como una prostituta? ¿O me veía como indigna, igual que Fobos?

¿Por qué todos los machos eligen a otras hembras que no son las suyas? Sea su bendición lunar, su amiga o su hermana. Me rendí a mí misma mientras gritaba mis pulmones como si de repente hubiera enloquecido porque mi alma lamento y sangró despiadadamente. Grité como si un lobo al que tenía en estima fuera sacrificado frente a mis ojos. Estaba harta, estaba harta de todo. Detestaba el infierno que llamaba mi vida.

Cronos se sobresaltó, sus ojos se agrandaron mientras cesaba sus acciones —T-Tea... —comenzó a quizás ver que las sospechas que mantenía no eran la verdad.

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—Suéltame. ¿Así es como me consideras? Soy tu hermana, Cronos. ¿Crees que alguna vez iría en contra de la luna? —no podía articular bien, la desolación de mi corazón me consumía con fuerza.

Cerró los ojos abrumado por la culpa de sus acciones y palabras que lo inundaron crudas.

—Solo pensé que podrías haber hecho... lo siento, Tea. Perdóname.

Mis ojos inanimados lo inspeccionaron mientras me urgía apresuradamente a perdonarlo por sus travesuras. Los lobos siempre me encontraron fácil, nunca guardé rencor. Siempre perdoné rápidamente y era simple de tratar. Pero quería ser valorada y respetada, que me tomaran en serio por una vez.

—Ya no te llamo mi hermano. Buenas noches, Cronos. —susurré mientras fuertes sollozos sordos sacudían mi cuerpo mientras me giraba y caminaba con paso inestable hacia mi habitación.

—No lo dices en serio, Tea. Me equivoqué. Lo siento, nunca lo haré de nuevo. ¡Tea! —Cronos rogó desde detrás de mí pero seguí avanzando sin prestarle atención. En ese momento lo despreciaba.

Cuando llegué a mi habitación miré hacia abajo desde la terraza en la que estaba con los ojos hinchados y rojos y las mejillas manchadas de lágrimas. La fría tierra parecía llamarme de alguna manera ese día ya que me sentía olvidada y muy sola. Me pregunté si debería saltar. ¿Si me matara podría finalmente descansar en paz?

Recuerdo el día que renuncié a todo y a todos. Deimos había organizado un pequeño baile en su castillo y por primera vez en mucho tiempo, estaba bastante emocionada. Tenía algo que esperar, una noche de cuento de hadas donde podría desvincularme de mis preocupaciones.

Cuando la noche finalmente llegó y el baile estaba en pleno apogeo, busqué a Deimos esperando que pasar el evento con él aliviara mi incomodidad. Él nunca dejaba de hacerme reír. Lo necesitaba en ese momento, como un amigo. Como mi compañero en el que podría apoyarme.

Pero cuando deambulé en ese salón todo lo que pude contemplar fueron dos compañeros intensamente enamorados, labios devorando al otro con una pasión ardiente. Recordé haber experimentado eso cuando tenía dieciocho años con mi macho. Era su momento. Uno hermoso de presenciar, además.

Bajo la tenue sala con luces de neón, Deimos se parecía a mi bendición lunar a la distancia y la escena que descubrí frente a mis ojos me consumió. ¿Esto es lo que Fobos podría estar haciendo estos días? ¿Besando a otras hembras? El pensamiento no podía digerirlo mientras salía del salón para conseguir algo de aire fresco necesario.

Estaba en total turbulencia y no había lobo que me ayudara o consolara. —¡Tea! —la inesperada voz tranquilizadora de Deimos me convoca mientras respiro aliviada y me giro rápidamente para saludarlo.

—Deimos. No me siento bien. Yo... —empecé a contarle de mi malestar pero él tenía el suyo que deseaba entregar sin dudar.

—Creo que es mejor que vuelvas a casa con Cronos. —dijo sin inmutarse, su voz firme y fuerte que me pinchaba la piel sin piedad.

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—¿P-Por qué? —tartamudeé—. ¿Había hecho algo? Me cuestioné.

—Ella se siente amenazada por ti. No sé por qué pero no puede soportar que estés aquí. Estoy considerando quizás se enteró que estabas destinada a ser mi Luna si yo no la encontraba —respondió mostrando su infelicidad por la situación general en la que estábamos asfixiados ese día.

—Eso era solo una decisión temporal para que pudiera ayudarte con la manada hasta que la encontraras, no hay necesidad de que se preocupe. ¿Se lo dijiste? Debes aliviar sus preocupaciones, Deimos.

—No lo he hecho. Pero lo haré. Lo siento, Tea. ¿Entiendes mis razones, sí? —preguntó suavemente mientras le ofrecía una sonrisa de comprensión para aliviar su culpa si la tenía.

—Sí, por supuesto. No te preocupes, me iré mañana cuanto antes mejor. Ahora, regresa, Deimos. Tu hembra debe estar molesta de que me hayas seguido. Ve a consolarla —le dije con un asentimiento cortante mientras él agradecía rápidamente y corría hacia su compañera.

Mientras observaba su espalda fugaz, la realidad de todo me hundió en los vastos océanos. Había perdido a los tres machos que tenía cerca de mi corazón.

Recuerdo el último día de mi visita en la manada de Deimos. Miré al castillo recordando mi infancia. Cómo me emocionaba correr por el camino para encontrarme con Fobos y Deimos. Cómo todo había evolucionado tan rápidamente y de repente. Un cambio que odiaba con todo mi corazón. Me sentí impotente para hacer algo así que me paré frente a ese castillo y dije mi despedida discretamente a él.

Sabía que ya no sería bien recibida allí, eso no era lo que quería. Pero estaba destinado a suceder. Mientras entraba a la cocina para agarrar algo de comer su amorosa voz me convocó.

—Tea —su llamado fue tenue y delicado.

—No me hables, Cronos —un gruñido bajo le ofrecí condenando sus acciones. No quería hablar con él.

—Hoy me iré contigo —susurró mientras se acercaba a mi lado intentando reconciliarse conmigo.

—Haz lo que quieras —mi voz era amarga y sin emoción mientras ignoraba su existencia.

—Háblame.

—No quiero —hablé con una crueldad, que era tan poco propia de la verdadera Tea.

—¿Por qué estás molesta? Siempre puedes volver aquí —él conocía la causa de mi malestar. La noticia viajaba rápido en esos tiempos.

—¡No, no puedo! —apreté su brazo con fuerza mientras apuntaba hacia el techo—. Este fue mi castillo cuando era cachorra, esta fue mi verdadera casa contiene todo lo que me es querido. Cada recuerdo que aprecio está impreso en él. Estas paredes eran mi paraíso. Pero ahora no es mío, ni el castillo ni el macho por el que mi alma llora. Ahora el castillo es de ellos, y yo no soy bienvenida —señalé hacia Deimos y su hembra mientras Cronos rápidamente me abrazó fuertemente tratando de calmar mi tormenta.

—Te traeré aquí de nuevo, lo prometo —dijo. Pero sabía que tardarían años en ocurrir, algo en mí simplemente vocalizaba la verdad tan pronto como anunció su promesa.

Más tarde ese día, mientras me sentaba en ese auto mientras Cronos nos alejaba del castillo, envié una petición a la luna pidiéndole que me liberara de mi angustia. Que trajera felicidad y serenidad para los años por venir donde podría prevalecer sin la necesidad de tener a mi macho o cualquier lobo a mi lado. Donde podría sobrevivir estando sola.

Y recuerdo que con el tiempo ella me respondió.

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N/D

Hola, mis pequeños lobos,

¡Espero que les haya gustado este capi!

El próximo capi será el comienzo de la línea de tiempo 'presente'. Como he advertido antes será un libro muy conmovedor y emocional pero también será empoderador.

No olviden,

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