—Fobos, eso hace cosquillas —me río débilmente retirándome y alejándome de su boca burlona solo para ser arrastrada hacia su robusto pecho tatuado por sus anchas palmas. Su nariz acaricia tiernamente la nuca de mi cuello, sus caninos pellizcan y succionan mi piel juguetonamente.
—Mi macho no cesa sus acciones sin importar cuántas veces le pido que haga una pausa, simplemente porque estamos junto a la estufa. No es un ambiente seguro para jugar, pero a él no parece importarle y hace conmigo lo que le place.
—Esto se ha convertido en una rutina matutina diaria para nosotros —Fobos se mantiene firme detrás de mí, sus miembros delanteros confinan mi ser entre su carne musculosa y la encimera mientras me observa cocinar y yo disfruto del calor que me proporciona. Le encanta, la forma en que preparo nuestras comidas, cómo apunto a los platos y hablo de sus nombres o cómo se hacen. Mi pasión le resulta fascinante.