Leonica recordaba ese día como si hubiera sido ayer.
Era primavera en Denver, Colorado, un mes o algo así después de que Ashley había nacido y ella había sido dada de alta temprano. Se paró frente a la isla de la cocina, mirando fijamente el vaso de jugo aderezado con insecticida e intentando pensar en una maldita buena razón por la que no debía tomarlo y bebérselo entero de un trago.
La maternidad era un dolor y como niño Ashley no había dudado en expresar su enojo hacia ella por alejarlo de su padre. Lloraba en cada oportunidad, incluso cuando Leonica intentaba calmarlo amorosamente, el niño simplemente no quería escuchar.