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Los siguientes días transcurrieron en una dichosa ausencia de eventos. Y pronto, llegó el día de la fiesta de cumpleaños de Ashley.
De pie frente al espejo, Leonica examinó el vestido que Ashley había insistido tanto en que se pusiera. Era un vestido de noche negro, abierto en la espalda con un escote moderado y un ribete dorado en el borde que terminaba en su tobillo.
A primera vista, no vio nada especial en el vestido y se preguntó por qué Ashley había sido tan insistente en que lo usara.
—Mami, ya es hora de irnos —llegó la voz de Ashley desde fuera de la puerta de su habitación y pronto, el pequeño apareció, vestido con un traje negro y pantalones, un atuendo apropiado para su fiesta de cumpleaños.
Fue entonces cuando Leonica echó un vistazo al vestido de él y luego al suyo en el espejo y soltó una risita. Ahora entendía por qué Ashley había insistido tanto en que se pusiera el vestido que él había elegido. Era porque él llevaba algo a juego con ella.