Conversaciones simples y amistosas.
Leonica casi se ríe de las palabras engañosas.
Si alguien más que no fuera ella hubiera escuchado esas palabras, habrían pensado que ella y Angelina eran las mejores amigas, o al menos, amigas cercanas. Pero vaya, qué lejos estaban de eso.
—Ja, sí que tienes agallas —escupió Leonica al teléfono—. Llamando a mi línea solo para decirme tanta mierda después de todas las locuras que has hecho. ¿Y qué, crees que bailaré fácilmente hacia donde tú quieras? Tienes una gran imaginación.
—Oh Leonica —suspiró Angelina, habiendo esperado esta actitud exacta de Leonica. Al otro lado, acompañado por el sonido plateado de su suspiro, estaba el sonido del clic de los cubiertos. Leonica no quería imaginar a la bruja derramando té calmante mientras decía sus ridículas palabras, pero ya era demasiado tarde. Su mente ya había creado la imagen en su cabeza, haciéndola estremecerse.
Tanto mental como físicamente.