Cualquier pensamiento oscuro inducido por el alcohol que hubiese estado rondando por la mente de Anastasia se desvaneció en el momento en que ella le dio a Lloyd el código de acceso a su apartamento y, en lugar de hacer algo al llegar a su habitación, él simplemente la acurrucó bajo el edredón y suspiró.
—Realmente eres un caso —murmuró él con voz baja, pero ella lo escuchó claramente y justo cuando él estaba a punto de darse la vuelta para irse, ella agarró su muñeca.
—¿Te vas? ¿No vas a hacer nada? —ella había soltado la pregunta antes de poder controlar sus propias palabras y en segundos, deseó que la cama se abriera y la tragase.
Dios, ¿por qué había dicho eso?
¡El alcohol, sí, definitivamente fue el alcohol!
—¿Quieres que me quede? —la voz de Lloyd interrumpió sus pensamientos—. ¿Quieres que me quede, Anastasia? —repitió cuando ella permaneció en silencio.
Su agarre en la muñeca de él se aflojó y Lloyd asintió.