Leonica tenía los ojos cerrados, durmiendo pacíficamente cuando un solo copo de nieve entró desde afuera por la ventana de su habitación del hospital. Aterrizó en la punta de su nariz, derritiéndose casi al instante.
La sensación fría y líquida hizo que su dedo se contrajera, una, dos veces y luego sus ojos parpadearon abriéndose.
Al principio, su vista estaba borrosa. Todo parecía distorsionado y desconocido. Sus ojos vagaban por la habitación, absorbiendo su entorno y su cabeza giraba.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? —pensaba.
Esas eran las preguntas que atravesaban su mente, el sentimiento de vértigo y confusión nublando su cerebro y luego todo el incidente volvió a inundar su mente.
Irene secuestrándola, empujándola al agua, Owen viniendo a su rescate y lo último que escuchó, el sonido de él suplicándole que se mantuviera despierta.