La mirada que descansaba en el rostro de Gabriel tras las palabras del Doctor Bailey era como la de un muñeco activando su expresión neutra.
Era indescifrable.
—¿Perdón? —dijo Gabriel.
—Tus recuerdos —comenzó el Doctor Bailey, ahora dudando de lo que había visto anteriormente cuando le hizo a Gabriel una pregunta que solo podría haber recordado si tuviera sus recuerdos—. Han vuelto, ¿verdad?
Gabriel sonrió, pero no llegó a sus ojos. —Doctor Bailey, le sugiero que deje de hacer suposiciones, especialmente aquellas que podrían dañar la reputación de una persona.
El Doctor Bailey se quedó sin palabras cuando Gabriel se acercó y puso su mano en el hombro del anciano.
—¿Qué tipo de persona sería yo si recuperara mis recuerdos y no se lo informara ni a usted ni a Leonica? ¿No cree que es un problema que podría arruinar mi nombre? O peor, perder a gente cercana a mí? —susurró y apretó su hombro.