La expresión de alivio en el rostro de Gabriel le dijo a Leonica todo lo que necesitaba saber.
Él estaba verdaderamente feliz, tan feliz que una sonrisa sutil adornaba sus labios, esto a su vez, hizo que Leonica se preguntara internamente, si su perdón valía más que millones.
¿Se sentía tan culpable por todas las cosas que había hecho? ¿Aunque no las recordara todas?
¿Era él realmente el mismo Gabriel que de repente comenzó a maltratarla? ¿O iba a permanecer para siempre este Gabriel, la versión de él de la que su yo más joven se había enamorado?
Sacudiendo la cabeza, desechó el pensamiento. No necesitaba pensar en cosas así, no ahora.
—Ahora que hemos resuelto eso —comenzó Leonica—. Sobre el contrato,...
—Voy a llamar a mis abogados —dijo Gabriel, sacando su teléfono y haciendo una llamada a la oficina de su abogado.
Leonica lo observó mientras hablaba y no pudo evitar notar la suavidad en su tono y la postura relajada que mantenía su cuerpo.