—¿Pablo? ¿Nuestro mejor amigo? —el nombre se deslizó de la lengua de Gabriel, sonando familiar a su mente que no parecía recordar los años que había pasado con Leonica.
La mencionada chica asintió con la cabeza y se arrodilló suavemente, colocando las flores adecuadamente frente al gran árbol.
—¿Quién es? —preguntó él.
—Nuestro perro —respondió Leonica mientras lanzaba una mirada de expectativa en dirección a Gabriel, esperando cualquier cosa que mostrara que él recordaba al perro que acaba de mencionar.
Cuando su expresión se mantuvo sin cambios, ella juntó los labios en una línea delgada y suspiró, asintiendo. —Sí, no esperaba mucho —murmuró mientras se levantaba, sacudiéndose el vestido.