Ricardo me miró con algo de esperanza en sus ojos, pero de mí no obtendrá misericordia.
—Querías tenerme a toda costa, pues ahora tendrás la versión cruda y sin cortes de mí. Seré lo último que veas al dar tu último aliento. Solo desearía ser yo quien te quitara esa miserable vida, pero el consejo le dio el derecho de justicia a mi hermano —dije y di un paso atrás. Los lobos de la manada de Kosta me miran asombrados. Nunca habían visto este lado de mí. Para mi familia, esto no es nada nuevo. Esto es para lo que he nacido.
—Abuelo, ya estoy cansada. Estoy lista para que esto termine y podamos irnos. Ah, y Ricardo —dije en voz baja para que solo él escuchara: