Sin esperar nada, la delicada figura en sus brazos levantó la mano y rodeó su cuello con los brazos. Como una pequeña serpiente resbaladiza, se impulsó hacia arriba y presionó sus labios contra los de él.
Aunque podría haberlo besado tiernamente, insistió en trazar la forma de los labios de Jiang Yexun con los suyos.
Sus labios usualmente parecían delgados y fríos, un símbolo de su naturaleza distante. Sin embargo, cuando se besaban, eran sorprendentemente suaves y tenían una textura increíblemente agradable.
—Portate bien, deja de jugar —la voz de Jiang Yexun era ronca e impaciente mientras apretaba más fuerte la esbelta cintura de la pequeña diablilla traviesa en sus brazos, animándola.
Pero Su Xiaoxiao, cuyo ánimo juguetón aún era fuerte, no cumplió con sus deseos. Continuó acariciando suavemente, dejando que sus alientos se entrelazaran.
