—¿Por qué viniste? —Jiang Yexun se acercó a ella; su tono era grave.
Su Xiaoxiao no le prestó atención a su actitud. Se agachó, llenó un tazón con sopa de pera dulce y se lo entregó.
—Te extrañé, así que vine a verte. ¿No me extrañas? —preguntó ella juguetonamente.
—¡Claro que sí! ¡La extrañaba tanto que dolía!
Jiang Yexun apretó los dientes pero no respondió. Simplemente tomó obedientemente la sopa dulce que ella ofreció.
Después de dar un sorbo, preguntó:
—¿Por qué hiciste esto?
—Quería hacértelo personalmente. ¿Qué tal? ¿Está rico? —Su Xiaoxiao sostuvo su barbilla con una mano y lo miró con una expresión juguetona, como una niña esperando una alabanza.
Los ojos de Jiang Yexun brillaron con un atisbo de sonrisa. —Sí, —asintió.
Pero justo cuando Su Xiaoxiao estaba a punto de sentirse orgullosa, lo escuchó continuar:
—Pero no lo hagas de nuevo en el futuro.
