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Voces susurradas en la distancia captaron mi atención.
La neblina era densa en mi mente, pero a medida que el abismo negro se disipaba lentamente, la luz comenzó de nuevo a llenar mi visión.
Lo último que recordaba era estar en el jardín... y luego no había nada.
Mirando a mi alrededor, permití que mis ojos absorbieran mi entorno.
El sol brillaba a través de la ventana abierta, revelando partículas de polvo danzando en la luz filtrada. Una profunda sensación de vacío llenó mi mente mientras fruncía el ceño, tratando de recordar qué había pasado.
Moví mi cuerpo despacio con la mano en la cabeza, quejándome en protesta. Al hacerlo, escuché pasos apresurados acercándose rápidamente a mi cama.
—No, señorita —escuché decir a Seraphine—. Por favor, debe acostarse. Voy a buscar al médico.
Asentí con la cabeza, y un llanto suave escapó de mis labios por el dolor que irradiaba en mí.
—¿Qué pasó? —murmuré suavemente.