Soren llegó justo a tiempo con un gran ramo de hermosas lilas moradas. —¡Ahí está! —dijo cuando abrí la puerta—. ¡Vaya, si eres todo un regalo para la vista! Me besó la mejilla y yo lo abracé, agradeciéndole por las flores.
Tuvimos una cena encantadora juntos, pero estaba distraída y sabía que él podía notarlo.
Hice todo lo posible por mantenerme atenta a lo que decía, y él hizo lo posible por entretenerme. Me reí de sus chistes y sonreí con sus historias, pero vi en sus ojos que sentía que algo era diferente.
—Este es el mejor pastel de manzana que he probado —dijo Soren mientras tomaba un bocado.
—Me alegra que te guste —dije, jugueteando con mi propio pedazo.
—¿Usaste manzanas silvestres para hacerlo? —me preguntó.
Lo miré por un segundo y luego él comenzó a reír.
—Solo estoy bromeando, Ro. Quizás es porque tu embarazo está avanzando. Apuesto a que no estás durmiendo bien, ¿verdad?
—No, no estoy —le dije—. Estoy realmente cansada.