**POV de Rosalie**
Soren y yo caímos en una especie de rutina. Venía casi todas las noches, si estaba en casa y no de viaje de negocios, y yo tocaba el piano y cantaba una canción de cuna u otra canción tranquilizadora, y la mayoría de las veces volvía a su mansión, pero de vez en cuando terminaba quedándose dormido en mi sofá.
Cuando eso sucedía, desayunábamos juntos y luego él se iba al trabajo o a su viaje de negocios, y yo continuaba con mi día.
No importaba lo tarde que fuera cuando venía, o lo ocupado que estuviera su día, siempre me traía algún regalo. Me sorprendía que pudiera ser tan considerado. Libros, accesorios, chocolates, una vez incluso un osito de peluche, que pensé guardar para el bebé pero terminé poniendo en mi cama—todos esos regalos adornaban mis estantes. Por lo general, sin embargo, me traía flores, a pesar de tener un jardín entero fuera de mi puerta.