Adrian se había hecho dueño de mi hogar, para mi fastidio. Era desordenado, y solía entrar al cabaña dejando un rastro de prendas de ropa detrás de él, así como tazas de té medio vacías. Había revisado todos los libros que había desempacado, dejándolos en lugares aleatorios por el cabaña, y cada mañana cuando salía para la escuela, lo encontraba parado en la cocina bebiendo café en nada más que mi bata, la cual apenas cubría sus muslos.
Él estaba imperturbable por mi presencia. Estaba enfocado únicamente en localizar a su Alfa, y se quejaba frecuentemente del hecho de que solo podía dedicar tantas horas al día intentando activar el lazo entre nosotros. La conexión mental con Xander había fallado, y la marca en mi pecho estaba inerte, nada más que una suave cicatriz en forma de media luna.