—Lena, vamos a tranquilizarnos —intenté decir, pero su mirada se desvió hacia mí, su boca se tensó en los extremos para formar una línea apretada.
—¿De qué demonios estás hablando, Charlie? —espetó ella.
Charlie arqueó una ceja, cambiando su peso de un pie a otro mientras abría y cerraba la boca como un pez. —Mamá no va a ser una Reina Blanca.
—¡Pero ella es una Reina Blanca!
Lena parecía increíblemente joven en ese momento. Estaba lista para comenzar a pisotear el suelo, sus puños apretados y temblorosos a su lado. Dolorosamente, me di cuenta por primera vez, de lo que ella estaba enfrentando y por qué había estado luchando con uñas y dientes contra su familia toda su vida.
Nada de esto dependía de ella. Esta era su sangre, el mismísimo aire que respiraba.
—No como... no como lo eres tú —dijo Charlie en un tono de advertencia baja, sus ojos se desviaban hacia mí, luego de nuevo hacia ella. Inclinó su cabeza hacia ella, tratando de hacerle entender físicamente su punto.