*Lena*
Mamá extendió el vestido color ámbar sobre mi cama, retrocediendo para mirarlo de lleno. Sus ojos marrones claros recorrían la tela de seda brillante, pero sus cejas negras estaban fruncidas en frustración.
—No, no este —murmuró mientras volvía al armario y comenzaba a revisar el surtido de vestidos que había empacado para mí antes de llegar a Avondale.