—Rosalía
Sentada en mi acogedora cabaña en el Bosque del Invierno, miré por la ventana el hermoso paisaje que nos rodeaba. La nieve caía suavemente, sumando a la atmósfera pacífica del interior. Grandes y esponjosos copos giraban suavemente en el aire mientras danzaban camino al suelo. La blanca manta que cubría el suelo afuera estaba prístina e intacta, excepto por las huellas de algún que otro animal.
La habitación en la que estábamos era pequeña pero cálida y acogedora, mucho más agradable que el castillo en el que solía vivir aquí en el Bosque del Invierno. Las paredes eran de madera, pintadas de un profundo color rojo que hacía juego con la alfombra trenzada en el suelo.
Estaba oscureciendo afuera, pero la sala estaba iluminada. Una chimenea de piedra ocupaba una pared, y dentro, un fuego crepitaba alegremente, proyectando un cálido resplandor sobre la habitación.