Thomas se volvió a mirarme, casi como si no esperara verme allí tan pronto. Luego sonrió y dio una palmadita en el banco junto a él.
—¿Está todo bien? ¿Y mamá y papá? —solté de golpe.
Él sonrió de nuevo. —Respira, Ciana. No te traigo malas noticias, bueno, no tan malas de todas formas. Siempre hay algunos problemas por allí, pero nada demasiado loco. Ven, siéntate conmigo.
Solté un suspiro de alivio. Asintiendo, puse mis pies en acción y me senté a su lado. Thomas pasó su brazo por mi alrededor y me atrajo hacia él en un abrazo lateral.
—Luces bien. La vida en el palacio te sienta —dijo, guiñándome un ojo.
Gruñí y rodé los ojos. —¿Cómo sabías siquiera que estaba aquí?
—Tengo exploradores por todo el reino. Exploradores que son leales a mí y a tus padres. De vez en cuando me mandan actualizaciones. Supe que pasaste un tiempo en la casa de manada Vaner y cuando cayó ante Luther, regresaste al palacio —explicó.