—Bueno, la contorsionista está a salvo pero tenemos otro problema —dijo Nelson, volviendo a entrar en su oficina.
Dejé de lanzar miradas gélidas a Tallis y volví mi atención a Nelson. Se paró junto a su escritorio, tamborileando con el dedo en un montón de papeles.
—¿Qué pasa? —demandó Tallis con brusquedad.
—Ha habido un deslizamiento de tierra, no muy lejos de aquí. A solo una milla de distancia —dijo él con seriedad.
—¿Un deslizamiento de tierra? ¿Alguien ha resultado herido? —pregunté, animándome.
—Sucedió a altas horas de la noche cuando no había nadie alrededor. Cubre la carretera que íbamos a tomar para nuestra siguiente ubicación, pero nadie resultó herido —aseguró Nelson con un asentimiento.
Suspiré y me relajé en la silla. El deslizamiento de tierra debía haber sido en territorio de mi manada. No eran comunes, pero recordaba uno de mi infancia que hirió a mucha gente. Me alivió saber que esta vez no había causado muchas víctimas.