—No estaba segura a dónde iba o qué planeaba hacer, pero quería el aire fresco en mis pulmones para despejar mi mente.
—Después de haber estado fuera durante unos momentos, la amargura en mi pecho parecía haberse aliviado en cierto grado. Suspiré. Ni siquiera entendía por qué sentía la extraña necesidad de ver a Theo o hablar con él.
—A estas alturas, no le debía nada, y él me había concedido la libertad. Había conseguido lo que quería y no había razón para estar molesta.
—Sí, cumpliría con los deseos del Príncipe Theo y dejaría el castillo —después de ir a ver a sus animales y despedirme de ellos como se debe. Me había encariñado con ellos, especialmente con esa tonta serpiente suya.
—Fue entonces, antes de que pudiera siquiera llegar a su zoológico, cuando escuché un golpe, sonó como si algo cayera al suelo.
—¿Qué pasó? —Cambié mi camino para verificar por si alguien necesitaba ayuda.